El esfuerzo de más de un año, en distintos aspectos, físico, económico y mecánico, se le esfumó en un minuto a Gustavo Bassi, en el medio del desierto, sin el más mínimo auxilio humano que lo acompañara. “Ese fue el momento más duro de mi vida”, acotó el piloto. Es que más allá de las llamas que devoraron la Yamaha WR 450 con la que estaba compitiendo en el Dakar 2012, estaba casi sin fuerzas, con muy poco líquido para soportar bajo los rayos del sol, los casi 50 grados de temperatura, pero con la idea de terminar la etapa. Cuando todo quedó atrás, el grupo que lo acompañó emprendió el regreso a esta ciudad, produciéndose el arribo pasadas las 23:30 del viernes, cuando varios centenares de amigos y convecinos en general, lo fueron a esperar para decirle “Gracias” por toda su entrega y llevar a la Bandera argentina y el nombre de Pergamino en su Yamaha y que el mundo supiera de nuestra existencia. Ese fue sin dudas el mayor premio que pudo recibir y que le hizo cambiar el ánimo, al saber que semejante esfuerzo había sido reconocido por su Pergamino”. Charla con Gustavo Bassi Ayer por la mañana con algunas horas de sueño en su propia casa, Gustavo Bassi y todo el grupo se hizo presente en la agencia con la finalidad de bajar todo el material que habían llevado para el Dakar. En ese momento LA OPINION pudo saludarlo y comprobar las lesiones que había sufrido a raíz de las caídas y diversos golpes, como lo dice la organización, “en la entrada al infierno”. “Me fui de Pergamino sabiendo que era una carrera muy dura y me encontré con algo muy superior en cuanto a peligro, en verdad que es muy difícil explicar por dónde pasamos, con los contratiempos a sortear. Cuando uno observaba el lugar, nos preguntábamos. “¿Y aquí por dónde pasamos? en muchos sectores no había altas velocidades para movernos, pero sólo con un error se venía abajo una piedra, te desbarrancabas o te pegabas un palo tremendo; o pasando ríos secos, que por algunos lugares tenían 200 metros de ancho, y también su cuota de agua, sin saber qué podías encontrar abajo. Tuvimos trepadas de montañas tremendas, algunas en el medio de la nada y pese a la potencia del motor, teníamos complicaciones para que la moto trepara, imaginen luego lo que era la bajada, la pendiente, con piso y superficie en mal estado. Con los dos frenos apretados, de atrás y adelante, patinando, trataba de controlar la moto para no pasar de largo y caer al vacío; más, los supuestos caminos son sólo ‘senderitos’. Ni qué hablar de las dunas, son complicadas, muy cortadas y había que sortearlas, todo era muy riesgoso”.
¿Se justifica arriesgar tanto? “El esfuerzo, en mi caso particular, el apoyo de la gente fue enorme, la fuerza que me dio eso me permitía superar tantos obstáculos y posibilitaba estar frente a un panorama increíble. Ahí debía hacer de piloto y mecánico, estar para solucionar lo mío y lo de algún compañero que lo necesitara. Más allá de los golpes, dolores y demás, estaba el poder correr el Dakar al menos para pilotos como yo que sólo pretendía llegar al punto terminal de la carrera y recibir la medalla. “Fuimos dejando atrás cuatro etapas e íbamos por una más, la quinta y por eso hoy no puedo entender que se me haya prendido fuego la moto, algo increíble. En el único momento que vivo algo así es cuando mi mamá pone en el horno de barro un papel para ver en qué temperatura está. Si se dora, llegó al punto y si se prende fuego se pasó. “Allá, en el desierto, la moto fue el papel que se prendió y quemó; no quedó absolutamente nada. Con llamas muy altas fue imposible salvar algo. Creo que el motivo estuvo en las elevadas temperaturas en el ambiente y especialmente en el piso de arena. La nafta hervía. Para que tengan una idea, cerca se podían ver cómo algunas ramas secas se prendían fuego solas, por el intenso calor”. ¿Que pasó en la cuarta etapa? “Ese día tuve un par de caídas, luego se produjo la rotura de la parte trasera de la moto, me retrasé para no perderla, ahí llevaba los elementos de seguridad, como bengalas, la brújula, etcétera. En eso llega “el Gato” Barbery, mi amigo, me esperó y salimos juntos. Lo cruzamos a Marcos Di Palma que fue atropellado por un camión en un sector que era muy complicado pasar. El nos dijo que debíamos pasar por otro lugar por cuanto estaba en el medio del camino, esperando que lo sacaran. “Nuevamente en el camino, Barbery tuvo la mala suerte de caer en un pantano, su moto se enterró hasta el motor y el tanque. Me metí en el barro para intentar sacarla y lo único que logré era hundirme más, no podía salir. Nuevamente llegó Di Palma, quiso extraernos, cayó él también y recién otros dos camiones pudieron ponernos a todos en el camino. “Me tomó la noche en el medio del desierto, tuve mil problemas, llovía por momentos y sin luz, recién pude llegar al vivac a las 5:30, tuve que pasar la Cuesta de Miranda con sumo cuidado y gracias a una camioneta que me fue alumbrando el camino tan trabado. A las 6:30 salí sin dormir, bueno, me tiré una hora y media en una estación de servicio. Luego pasó lo peor”.
Un momento tremendo “Ya lo dije, el momento del incendio de la moto fue algo tremendo. Quedé solo en el desierto, agotado, sin fuerzas, casi sin líquido para hidratarme, pensaba en lo peor, hasta que alcancé a parar una moto que venía muy retrasada y el piloto logró avisar a la organización y luego llegaron dos camiones del auxilio donde fui hidratado y atendido hasta ser trasladado en helicóptero hasta el vivac. Ahí se terminó el Dakar para Gustavo Bassi. Quienes han corrido varios, dicen que éste es el más duro de cuantos se hayan corrido. Este es el que nos tocó y nos hace pensar qué sucederá en 2013”. En esta nota sólo publicamos lo mínimo, Gustavo tiene mucho por agregar y agradecer, en la semana seguro que ampliaremos la nota.
Fuente: La Opinion de Pergamino
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