El director de teatro Raúl Ramos, de larga y prestigiosa trayectoria, dialogó días atrás con TIEMPO DE NOTICIAS. En la nota abordó distintas temas, entre ellos de la pieza teatral “Mateo”, obra que marcó su carrera y que le permitió viajar a Nueva York, del 60º aniversario del T.A.F.S, de la televisión en la que incursionó hace algunos años y donde su último trabajo fue con Narciso Ibáñez Menta. Con domicilio en Pilar, actualmente su actividad laboral tiene que ver con la radio. ¿Qué siente en esta nueva visita a nuestra ciudad? Es como estar en mi casa, me siento muy feliz con un grupo de amigos que me reciben. Siempre quiero volver a Rojas, donde he venido a actuar hace algunos años, vine con dos espectáculos el año pasado, me han estrenado teatro como actor, por lo cual que son muchas los motivos que me movilizan a venir aquí. ¿Cuáles son los motivos de esta visita? Debo ser honesto y decir que me invitaron a comer un asado, aunque esto no es esencial sí es muy importante (risas). Hay un proyecto sobre el cual me habló Marcelo (Davidovich) ya que me han pedido si puedo venir a dirigir una obra de Florencio Sánchez, conmemorando los cien años de su desaparición. Soy un fanático del teatro argentino, de Sánchez incluso ya que he hecho tres temporadas “Barranca abajo” en Buenos Aires como protagonista, “En Familia” en San Martín, he dirigido e interpretado ambas obras y conozco bastante sobre el teatro de Florencio Sánchez. Vine a ver si podemos conciliar los tiempos y para mí sería un orgullo, más allá de la satisfacción que me produciría llevar adelante un proyecto de esta naturaleza. ¿Qué significa Stéfano para usted? Stéfano es muy importante, no diría que es la obra que más quiero. Tuve la suerte de hacer durante tres años “Mateo”, de Discépolo, contratado por el Conservatorio Nacional, y nos dio una posibilidad que nunca nos había dado una obra de teatro: me permitió andar por el mundo, representamos a Argentina en Rusia, Canadá, Estados Unidos, Turquía, Paraguay, España, a infinidad de lugares. Eso me marcó profundamente, el orgullo que sentí en Nueva York al ver esa platea de alrededor de 300 personas, la noche que estrenamos donde eran todos argentinos y uruguayos. Me marcó a su vez en las antípodas de eso, en Turquía, en un teatro con 800 personas y gente de pie, ver a los turcos y a los rusos con lágrimas en los ojos, viendo un teatro del que no entendían el idioma, que sabían el cuento porque en el programa se hacía una síntesis pero emocionados por la potencia que tiene el espectáculo, que es la misma potencia que tiene “Stéfano” arriba del escenario, esa cosa vital y sanguínea de la actuación. Y cuando me tocó hacer “Barranca abajo” también se hizo de esa misma moneda, con esa potencia que debe tener el teatro. Me tocó hacer muchas cosas importantes de teatro y también hice cinco años televisión pero un día me dí cuenta que no era para mí, no era lo que yo sentía, ese día dije basta y terminé haciendo televisión con Narciso Ibáñez Menta. ¿Nunca volvió a la TV? Como autor sí participé en “Alta Comedia”, donde me dirigió María Erminia Avellaneda y una obra mía la protagonizaron Virginia Lago y Jorge Marrale. A partir del día en que dije que la televisión no era para mí, el teatro fur fundamental, más en este momento de mi vida porque hubo en una etapa anterior donde trabajaba de otras cosas, que no tenían nada que ver, para poder vivir. Hace unos años dije “a morir con el teatro, como sea” y soy el tipo más feliz del mundo. ¿Cuál es su reflexión en estos 60 años del TAFS? Siempre es emocionante estar en un lugar donde tanta gente ha transcurrido, para ustedes mismos, cuando miran un poco atrás, recordarán a tantos amigos queridos que ya no están y que pusieron su esfuerzo, su sangre, su pasión en este teatro para que esto sea hoy lo que es. Son sesenta años de laburo, de apasionamiento, de sacrificio, de locura, de lirismo y de tantas cosas que encierra el teatro. Por eso, más allá de quienes integran el TAFS en este momento, se tienen que sentir orgullosos de esta realidad y debe estar el orgullo de una ciudad de Rojas, donde han sabido conservarlo ya que esto se hace con la gente que está acá y con todo el pueblo que colabora, paga su entrada y se acerca. Para todos es un premio inmenso contar con un teatro que tiene 60 años. ¿Va a presentarse en Rojas con alguna otra obra? Seguro, siempre estoy haciendo cosas y llego adonde están los amigos y me conocen. Yo no soy una figura popular, este año se dio un poco más la posibilidad por los premios que me dieron y en base a eso hubo más trascendencia pero no nivel popular. Donde me conocen es en Pilar, donde vivo, a raíz de los diarios y la televisión, además tengo un programa de radio y ahí hay gente que en la calle me saluda y que no conozco. ¿Cuál es la realidad de las salas de teatro en general? Son muy pocos los teatros en la provincia que tienen una trayectoria como la del TAFS. Está la Agrupación Artística de Chivilcoy, que tiene más de noventa años, aunque lo que pasa es que allí hubo un hito muy importante: fue donde Podestá estrenó el Juan Moreyra hablado. Pero esto es historia, esto lo hablamos los viejos ya que cuando decís Podestá piensan en una estación de ferrocarril, lamentablemente no hay una conciencia cultural donde esos hechos tan importantes se destaquen. Hay teatros que tiene algunos años, desaparecen, vienen otros grupos, es muy difícil establecerse y lograr una continuidad. En Buenos Aires hay infinidad de teatros y muchos de ellos no cumplen su función porque subalquilar y a veces se convierten en pequeños kioscos, en negocios y a veces no tienen la comodidad necesaria para la gente. En la ciudad de Buenos Aires están los teatros comerciales, donde en general los actores no tenemos acceso, salvo que un golpe de suerte nos coloque como figura en la televisión, por hacer un desnudo o una cosa rara, pero no porque pretendamos hacer un teatro en serio. A los teatros comerciales la mayoría de la gente va porque son fogoneados desde la televisión y no hay un teatro chico que tenga una trayectoria firme, hay cosas raras ya que con el hecho de la modernidad y de la cosa intelectual se hace un teatro que a veces se hace difícil entender.
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